jueves, 11 de junio de 2009

Una conclusión más.....

El domingo 31 de mayo de 2009 el diario “Clarín” publico una nota en el Suplemento Sociedad, “Un mal del mundo digital”, la misma explicita las ventajas y desventajas del mundo computacional. Entre las desventajas propone que crean un estado de fascinación debido a que los usuarios reciben un bombardeo de estímulos de información, provocan adicción y el riesgo de que tanta hiperconexión termine en un cuadro de autoencierro. Las ventajas que se mencionan son que las TICS facilitan la comunicación y ofrecen un acceso inmediato a la información, como también generan nuevas formas de sociabilidad y no anulan la vida social, ayudando a construir relaciones con otros, donde la ausencia de imagen física permite hablar de sí mismos con más autenticidad. Tomando como puntapié este recorte puedo decir que hoy en día estamos inmersos en una tecnocultura, donde los celulares, el correo electrónico, las redes sociales e incluso, los videos juegos son herramientas que pueden pensarse como espacios de relación con los otros. Son organizadores sociales, lugares de encuentro, que facilitan estar comunicados con terceros. En general, no creo que haya dependencia (adicción), sino uso, y, si se quiere, un exceso de dedicación que hace que otras actividades, tareas o responsabilidades queden subordinadas (tiempo a la televisión y al estudio por ejemplo).
Las redes sociales son extremadamente atractivas por su capacidad de mostrar las vidas ajenas y hacer circular dichos, imágenes e ideas. La red permite ampliar el capital social digital y ofrece, como nunca antes y a través del intercambio de contenidos, oportunidades de destaque y liderazgo. En las mismas aparecen el sentido de pertenencia, la integración social y la mera diversión brindada por la socialización de encuentro, reencuentro y también de conquista. Con la incorporación de fotografías a las redes sociales (actividad visualizada como las más frecuente), tomando este hecho como un tipo de externalización, puedo decir que el territorio y la naturaleza de la intimidad ha sido modificado. Para las generaciones que usan Facebook la intimidad en su concepción moderna ha cambiado, y su alcance resulta cada vez diferente. Quizás no se trate sólo de revelar intimidades sino de asegurarse a través de las fotos, cierta existencia en el mundo de la conexión. Las fotos, estas intimidades reveladas son un elemento proveedor de existencia en el mundo de los bytes, un medio para ello, aunque no el único. Las fotos, documentos de esas experiencias que antes pertenecían al ámbito de lo privado y se ligaban al pasado, hoy abandonan ese territorio, salen de la caja y al tiempo que lo hacen, trastocan, casi sin quererlo, el propio concepto de intimidad, que se desarma. Las redes sociales se basan en la exposición absoluta de la intimidad, cuando en una relación cara a cara se conserva.
En las redes sociales se expone absolutamente todo, y se ofrecen como un producto más en la sociedad de consumo. En palabras de Bauman, “Los encuentros de los potenciales consumidores con sus potenciales objetos de consumo se convierten poco a poco en los ladrillos con que se construye ese entramado de relaciones humanas que sucintamente llamamos sociedad de consumidores”. (Bauman, Zygmundt: “Vida de Consumo” Introducción, pag. 24). En estos medios masivos de consumición el encuentro con una persona requiere habilidades sociales de las que se pueden carecer o son inadecuadas y entablar un diálogo implica exponerse a lo desconocido. Al entablar una conversación, el mirar cara a cara a otra persona es donde se devela nuestro ser, en esa mirada uno busca entrever lo que piensa o siente en ese momento, cuestión difícil de controlar o camuflar. Por lo que Bauman escribe que “Es tan reconfortante saber que es la palma de mi mano y de nadie más la que sostiene mi mousse, que mi dedo y sólo mi dedo es el que descansa sobre el botón, que nunca más una imprevista mueca de mi cara, o apenas el asomo de una expresión de deseo, dejará traslucir frente a nuestro interlocutor pensamientos o intenciones que no estábamos dispuestos a revelar”. (Idem anterior, pag. 32). Entonces podría considerar que las relaciones cara a cara, si bien están presentes todo lo corporal y gestual, las mismas, no se agotan ni empobrecen en la simple interacción, al contrario, se complementan las mismas mediante este mundo tecnológico y se llegan a conocer facetas desconocidas de las personas, que por inhibición o por ciertos códigos sociales no se expresan libremente.
En mis épocas de juventud los “asaltos” (esos en los que el fin no era cometer un delito), y luego las “matinés” eran el espacio propicio de encuentro, el lugar indicado para conocer nuevas personas y reencontrarse con viejos conocidos. Esto ha ido cambiando, se dio un vuelco absoluto. De aquello que era una situación social de interacción, donde el lenguaje primaba y tenía su lugar, se pasó al espacio con el sujeto único frente a su “todopoderosa” computadora, desde donde se puede acceder a casi todo. Facebook es una herramienta social que pone en contacto a personas con amigos y otros con los que se pueden tener intereses en común. Evidentemente este giro en las formas de vincularse, que exceden lo real, provocó un fuerte impacto en el mundo y en la sociedad. Esta manera de vincularse roza el delgado límite con lo imaginario. Una gran red definida como social, pero que no está sustentada en la relación cara a cara, sino en un placer mediado por tecnología. Ese imaginario, ese, sentimiento imaginario radica en las posibilidades de pertenecer a ciertos grupos y esa pertenencia permite compartir intereses y necesidades que se satisfacen en el frenesí de la interacción tecnológica. Algunos especialistas hablan de afán de popularidad o de reconocimiento y lo asocian con la necesidad de trascender, con el disfrute de ser mirado y/o como antídoto para no sentirse solo. Al estar de moda, la red permite que cualquier usuario pueda comunicarse masivamente. El mensaje trasciende, casi sin fronteras ni control. No en vano empresas, organizaciones de distinta índole y partidos políticos han comenzado a incluir a Facebook en sus políticas de comunicación. Basta recordar cómo el presidente norteamericano, Barak Obama, se destacó por difundir opiniones en su página personal. La fascinación que ha ido creciendo por este fenómeno se va intensificando en la medida en que el usuario alcanza una masa crítica de amigos y se acostumbra a recibir respuestas cada vez más rápido.
Entonces y para terminar podría postular que en Facebook, las relaciones mediadas por las tecnologías favorecen las cara a cara, donde esta inexsistencia entre lo real y lo tecnológico son lugares de posibilidad de organización social. Donde la gente se preocupa, descarga miedos y angustias, se preocupa realmente por los demás y hasta se enamora a través de la red, del mismo modo que ocurre en las comunidades geográficas. Estas conexiones constituyen un signo real de esperanza, cuando lo que prima es la fragmentación de la vida pública y la polarización de grupos de interés.

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