martes, 16 de junio de 2009

A MODO DE NOTA FINAL

Decidir sobre una cuestión tan ardua y compleja como los cambios que se operan en los vínculos tradicionales de los usuarios de las redes sociales (en este caso respecto a Facebook, pero Facebook es apenas una justificación para iniciar el abordaje), precisamente a causa del uso de estas redes sociales, es una empresa que supera con amplitud las pretensiones de este blog.

Nos propusimos simplemente iniciar un abordaje, sostener que había allí una problemática sobre la que era factible pensar.

Imaginamos un cuestionario que indirectamente detectara algunos de esos cambios, preguntas que dieran cuenta del impacto de la llamada Web 2.0, con sus ventajas y contratiempos, sobre los usuarios de las redes sociales, fundamentalmente en lo que respecta a sus propios vínculos tradicionales, es decir aquellos no mediados por una interfaz virtual.

Lo primero que pudimos observar es que un cuestionario de 10 preguntas resulta a todas luces insuficiente para analizar adecuadamente un tema tan espinoso. Tampoco sabemos si un interrogtorio más extenso hubiera dado mejor resultado. La misma lógica de la web exige otros tiempos. La brevedad de las respuestas demuestra que difícilmente los usuarios de Facebook habrían dedicado el tiempo requerido para contestar 100 ó 200 preguntas de un mejor testeo.

No obstante, a la luz de las respuestas de esos usuarios, pudimos poner en escena algunos ejes interesantes: la modernidad líquida de Zygmut Bauman y su alusión a la precariedad de los vínculos humanos de la postmodernidad; el principio del placer freudiano, con su exigencia de satisfacción inmediata; la pulsión escópica de Lacan, el deseo de mirar y de ser mirado, en donde Facebook podría asimilarse a una gran vidriera; el desesperado intento de tapar un vacío y de huir de la angustia, propuesto por la psicoanalista Diana Sahovaler de Litvinoff; el yo saturado de Gergen, ese yo inmerso en una multiplicidad de relaciones que trascienden el espacio y el tiempo y que acaban por agobiarlo, entre otros temas.

Precariedad, urgencia, inmediatez, huida, la mirada y el reconocimiento de los otros, la identidad entre los conceptos de existencia y percepción, las inifinitas posibilidades de comunicación y de acceso a la subjetividad propia y ajena. Son temáticas que se repiten.

Es posible que algo de todo eso haya en el fenómeno de las redes sociales, pero estas propuestas sólo atisban una porción de la inextricable trama que nos envuelve (a todos, usen o no Facebook), a esta altura (podemos afirmar sin miedo) de modo irreversible, sin marcha atrás. Porque el fenómeno de los vínculos mediados por la tecnología virtual es algo de todo eso y sin duda también mucho más.

La palabra virtual hace referencia a una realidad ilusoria, sin soportes objetivos. Pero la virtualidad, por derecho propio, se ha ganado un lugar en la realidad “objetiva” de los seres humanos. Porque es efectiva, es decir que produce efectos que nada tienen de ilusorios. Porque, en definitiva, ha modificado nuestra forma de ver y entender el mundo.

Decía Heráclito que no es posible bañarse dos veces en el mismo río, porque ese río nunca es el mismo. Indirectamente afirmaba que nosotros, cada vez que nos sumergimos, tampoco somos los mismos.

La virtualidad es un modo de realidad nuevo, con sujetos también nuevos, una realidad que probablemente se resista a ser conceptualizada con esquemas viejos de ponderación. Una realidad que en definitiva exija modelos nuevos de pensamiento para ser aprehendida en su medida justa.

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